Ayer tuvo lugar el segundo y último de los conciertos que el Coro Universitario de la USC ofrece cuando se acerca el fin de curso. Y una vez más prestamos nuestra colaboración gustosamente los que formamos la Capilla Musical de la Catedral y del Taller de Canto del Orfeón Terra a Nosa. El programa de este año fueron las siete cantatas de Dietrich Buxtehude sobre las siete llagas de la Pasión de Cristo, que forman la obra Membra Jesu Nostri.
A pesar de la tardía hora de inicio del concierto (las 21:30 de la noche), la catedral estaba bastante llena, lo que demuestra un año más que sigue habiendo un interés por escuchar al coro, que tiene un club de fans importante.
Ayer hubo bastante gente que dijo que tenía muchísimo interés en acudir a escuchar al Coro Universitario ya que le interesaba ver cómo sonaba año tras año. El tipo de coro hace que sus componentes cambien un gran medida de un curso a otro, y por tanto cambia también la sonoridad del conjunto. Este es para mí uno de los grandes alicientes de esta formación coral. Ya comenté en algún concierto de otros años, el placer que supone cantar en un coro en el que tantas cosas parecen nuevas. Durante varios años coinciden personas muy diferentes que se van encontrando en los ensayos, y durante unos meses comparten algo muy hermoso que hacen entre todos. Una armonía que surge precisamente de las características especiales e individuales de cada uno de ellos.
Ayer, al salir de la catedral, hablaba uno de los tenores de que no sabía si seguiría estudiando el año que viene en Santiago, y el coro era una de las cosas que más iba a echar de menos. Porque, quieras que no, la música, y el placer y la satisfacción de hacer música juntos, une a las personas. Por ello animo a todos los que sientan en algún momento ese placer por la música, y disfruten al estar haciendo algo hermoso rodeados de amigos, que no lo duden y se apunten el próximo año a cantar con nosotros en el Coro Universitario. Yo, una vez más, pienso estar ahí.